domingo, abril 22, 2007

Conociste a una sirena...

Faltan 9 minutos para que den las 8. Parada de regulación; 6 minutos esperando que pase el tiempo. Vuelvo a llegar tarde como cada sábado, puto autobus.

Arranca por fin, y llega alguién tarde. Me van a despedir, lo sé...no me lo creo. Tenía un cigarro en la mano, nada con que encenderlo, a mi alrededor todos demasiados sanos o demasiados ensimismados con el concierto como para molestarlos. Entonces vi unas manos haciendo un porro, toqué el brazo que las unía con una espalda. Me sonreíste amablemente al darme fuego, y no dejamos de mirarnos en lo que quedaba de canción. Afortunadamente entre nosotros había un grupo de inadaptados que llamaban la atención y nos servían de excusa para girarnos el uno hacia el otro, pero sólo un poco. A ratos te miraba desde la esquina de mi ojo izquierdo, y al darte cuenta actuabas y posabas. A ratos tu también me mirabas disimulado, sabías que lo notaba, por eso lo hacías. En Soldadito Marinero me sonreiste de nuevo. Yo no tenía más cigarros ni tú excusas para hablarme. Se acabó el concierto, y mientras rescataba a mi hermana, alguién te llamó y ya no estabas. Me puse triste un segundo, despúes se me pasó, pensé que como tantas otras veces, lo habría imaginado todo.

Ahora estás aquí, en el asiento de delante, mirando por la ventana, mirandome desde la esquina de tu ojo izquierdo. Sabes que soy alguién, aunque no estoy segura de que me reconozcas. Sólo hay tres personas más en el autobus, y has recorrido todo el pasillo hasta llegar al fondo mirándome entre confundido y sorprendido; tanto es así, que me has hecho bajar a mirada de nuevo a mi libro mientras sonreía.

Ahora sí, estoy segura que me recuerdas porque has subido la múscica de tu mp3, y escucho a fito mientras me preocupa que tus timpanos estallen o se conviertan en peces que viven por la boca. Desde las páginas dle libro que ya no leo, dos famas me miran conmovidas, un cronopio se rie de mí, y una esperanza boba que no entiende lo que pasa, está a punto de escaparse por el borde de la página.

Llega tu parada y te levantas demasiados minutos antes, de pie a un metro de mí, disimulando jugamos a disimular que nos miramos disimuladamente. Un esbozo de sonrisa aparece en la esquina de tu boca, te bajas, y me pregunto a donde iras a estas horas. Creo que voy a empezar a venir cada sábado en autobus. Ya sin disimulo, nos miramos mientras el autobus se marcha.

Me alegro de haberme puesto tan guapa esta mañana. Empiezo a pensar que esta ciudad no es tan grande.

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