jueves, diciembre 28, 2006

Navidades en Hospital Central

Cada uno tiene sus hobbies. Hay quien colecciona las tapas de los yogures, quien hace puenting, quien baila claqué o aprende japonés. El mío es desmayarme, perder el conocimiento y hacer cosas raras en ese estado de ausencia, que asusta a la gente.

Noto que va a venir segundos antes, el tiempo suficiente para hacercarme al que tengo al lado y decirle en voz muy baja, estoy mal. Pero no es tiempo suficiente para que me agarren, me coloquen en suelo, y me salven de la inevitable caida.

Esta última vez estaba sentada, así que mi cabeza no sufrió más de lo habitual. Cada vez tardo más en despertar y tomar conciencia de donde estoy y que a pasado. Esta vez, cuando me desperté mi jefa ya había llamado al 061.

Odio los medicos, y las agujas, con lo que me gusta Hospial Central! Así que allí iba, pensando que era una tonteria camino del hospital en una ambulancia con n enfermero guapo y simpatico que desapareció al llegar al hospital. Antes de desaparecer me dijo, cuando acabes no vuelvas al trabajo, vete a casa aunque estes bien.

Pero para mi sorpresa, no fueron un par de horas de espera, y un anda-vete-a-descansar como siempre. 40 horas ingresada, con un gotero del que salian dos tubos, uno para el suero, otro para la medicación y a veces cuando me subía la fiebre uno extra para el antitermico. Yo, que me mareo hasta con las agujas de coser. Llamenmé quejica, pero soy lo más aprensivo que existe. Con tanto tubito, crisis de ansiedad inevitable a media noche. Y claro, los médicos encantados, por fin sabían que me pasaba: ansiedad.

-¿Te ha pasado algo hoy?
-No.(le parece a usted poko estar aki)
- ¿Has tenido algún problema con alguién hoy?
-No. (bueno, a mi neurologa, la "doctora house" la sacrificaria por el bien de los enfermos, que tía más estúpida, a parte de eso nada).
-¿No habrás tomado alguna droga rara?
-No. (rara no,sólo lo normal, un poko de MDA, un par de rayitas de coca y un tripi, lo tipico para acompañar el porro de las 7 de la mñn que fue a la hora que me ocurrió, en el trabajo además.¿qué será una droga RARA para un médico?)
-¿No estarás embarazada y por eso estas agobiada?
-No.(como no sea del espiritu santo)
-¿Seguro?
-No. (si usted supiera el tiempo que hace...que ya ni me acuerdo!)
-Entonces, ¿tienes algún problema?
-No.( se me olvidaba decir, que todo esto era en plena crisis de ansiedad, sin poder respirar bien, llorando sin parar y contestando con la cabeza)
-¿Alguno tendrás?
-Si( hombre, alguno que otro tenemos todos)
-Pues entonces ya está, de eso son las combulsiones. Te voy a poner un calmante y mañana veras las cosas de otra manera. ¿Seguro que no estás embarazada?

20 horas más tarde, despúes de un gotero, dos comidas asquerosas y unas pruebas mas, me dan el alta.

DIAGNÓSTICO: Nada, aderezado por un posible problema grave. Medicación epilectica por si acaso, hasta que la volvamos a ver en consulta, entiendase tres o cuatro meses. De la fiebre, nada tampoco, será por algo, no ponemos tratamiento, para que?

Por fín en casa, ya sin gotero!! y sin antitermico, sin pastillas para la tos, sin inhalador para respirar mejor, sin polvitos con sabor a naranaja para la garganta...conclusión, tengo un NADA, que me tiene hecha polvo.

jueves, diciembre 07, 2006

La insoportable carga de los secretos

Hace unos años, cuando estaba en el instituto, fuí a una presentación de un libro de Pérez-Reverte, uno de los Alastriste, ya no recuerdo cúal, que más da. Ese día dijo dos cosas que no se me olvidaran nunca, la primera, que quién a los 18 años no es comunista es un mierda, y la segunda que cada libro es único para cada persona.

Estoy de acuerdo con las dos, sobre la primera se podría discutir durante horas, pero la segunda; la segunda es indiscutible. Cada libro es único, porque cada persona que lo lee es única. Por eso creo, que aunque mucha, muchísima gente, haya leído un mismo libro, cada uno sentirá sus personajes de forma distinta, cada un hará un juicio diferente, cada uno habrá leido un libro diferente.

Reverte contaba que su hijo, como la mayoría de los niños, no tenía el más mínimo interés por la lectura. Un día, creo recordar que estaba enfermo, le dijo a su padre que estaba aburrido, y obviamente su padre le dió un libro, "Moby Dick". Quizás fue la fiebre, pero el pequeño deboró el libro en pocos días.

Satisfecho su padre le preguntó si le había gustado. Sí, mucho-contestó-.Pobre ballena. Su padre no podía creerlo, pobre ballena???, pero que libro había leído su hijo! El libro que el leyó no hablaba de una pobre ballena, sino de un grupo de valientes e intrépidos marinos dirigidos por un capitán que busca vengarse del mostruo que lo mutiló. Un libro de aventuras de las que el propio Reverte quería ser protagonista. Pobre ballena...Reverte volvió a leer el libro, y se dió cuenta, que el libro era el mismo, lo que había cambiado era el mundo. Distintas época, distintos valores y distintas personas al fin y al cabo.

Pero a veces se me olvida todo esto, y pienso que hay cosas que son tan obvias para mí, que me parece que todo el mundo las comparte. Por eso, cuando acabé de leer el libro que marcó un antes y un después en mi vida La insoportable levedad del ser, lo primero que hice fue prestarselo a una de las personas que más quiero y que creo que comparte conmigo más ideas y visiones del mundo (aunque a veces de pena, lo semejantemente paranoicos que podamos llegar a ser). Lo leyó y me dijo que le gustó, como a mí.

Pero poco después, le recomendé a alguién el libro delante de él. Cuando nos preguntó de que iba, quede petrificada ante su explicación: (espero ser lo más fiel posible a lo que dijiste)De una pareja, el tio es muy liberal y tiene un concepto de la pareja diferente, y ella es super dependiente, no sabe vivir sin él y además no lo respeta.

Sin duda, ese no era el libro que yo había leído. El libro que yo leí, iba sobre una mujer enamorada y un hombre que decía amarla, pero le hacía daño continuamente de forma consciente.

Me dí cuenta entonces, de que la historia que yo había leído, era mi historia (salvando las distancias) y quizás por eso, la había entendido así. Me dí cuenta de que yo era Teresa, y de que aún estaba a tiempo de cambiar el final del libro. Ese final, no estaba hecho para mí.

Así que me compré unos billetes para visitar a mi amiga sandra a polonia y llegué a Praga. Andando por el puente Carlos, con la lluvía en la cara, decidí cambiar la vida de Teresa y la mía.

Y así, de vuelta, a Granada, esperando el vuelo en el aeropuerto de Londres le dí a Teresa la oportunidad de ser dueña de su vida. Desde entonces, sigo escribiendo sobre ella, sobre como le va, sobre lo que siente, sobre lo que sueña y sobre lo que hace. Se ha convertido en un personaje que me acompaña a donde quiera que vaya.

Supongo que me negué a aceptar que ese libro se acabara, sobre todo cuando me dí cuenta de que ese libro iba sobre mí. Y es que es dificil aceptar que algunas cosas se acaben, que algunas historias tengan un final ya establecido, aunque no sean más que historias inventadas.

Cada vez que acabo un libro, uno de mis libros, y digo mios, porque no todos los libros que leo llegan a ser mis libros, sólo aquellos que consiguen al acabar, que sea alguien distinto de quién leyó su primera página. Esos que consiguen escribir en mi memoria emocional o intelectual, esos libros que forman parte de tí.

Cada vez que acabo uno de ellos, es como si acabase un amor. Ningún otro me parece suficientemente bueno para sustituirlo, ninguno me llama la atención, y los que lo hacen, suelen defraudarme. Ando pensativa, imaginando las frases que me gustaría leer sobre su piel. Pero no las encuentro.

Entonces buscas, buscas, y cuando has perdido ya la esperanza, aparece en la última estantería de la librería. Así fue como encontré mi último libro, y aunque no fue amor a primera vista, mire en su interior, y su primera frase me cautivó; No quise saber pero supe.

Y ahora que ya ha terminado. Ahora que ya su historia está dentro de mí, ahora pienso, que hay cosas que es mejor no saber. No hablo de ignorancia, hablo de secretos, secretos para proteger a los demás de nosotros mismos, de otros, o incluso de ellos. Hay verdades tan horribles, que compartirlas con los demás es un acto de puro egoísmo. compartir una verdad, es compartir una carga; es hacer que el otro cargué con parte de tu peso bajo la apariencia de la confianza. Confíar el alguién es algo totalmente diferente que hacerle complice de nuestra oscuridad.

He vivido cosas que no os mereceis leer. No pienso haceros cargar con mi dolor, ni aunque muchos quieran ayudarme a soportarlo. No. Os mereceis que os hable del sol, que hoy me calienta los pies, y de la pestaña que se me acaba de caer y el deseo que he pedido al verla volar, de lo bonitas que son las olas y del ruido que hacen al chocar con las rocas. Que os hable de una película hermosa que se me ha enganchado al corazón. Una película, donde es mejor no saber que fue de él, y así pensar que un día se lo llevó una tormenta, y que por eso un día de estos aparecerá en forma de lluvía en algún lugar, como las ranas.

Este libro> también ha terminado, y con él han muerto algunas ideas, o se han transformado. Puede que una parte de nosotros muera y otra nazca continuamente, puede que mirando al horizonte, por El camino de los ingleses podamos ir a cualquier sitio. Puede que al final del verano podamos ser quién queramos ser. Unas cosas acaban y otras comienzan, pero las que de verdad importan, esas, las llevamos en el equipaje de la memoria.

Sigo inventando la vida de Teresa, desde luego, ya no tiene nada que ver con la Teresa de Kundera, ahora es mi Teresa, ahora soy yo misma.

Y mientras por aquí sigue lloviendo...





Dejemos que la lluvía llore por nosotros. Dejemos que sea ella la que juegue con nuestra tristeza. (El camino de lo ingleses).

sábado, diciembre 02, 2006

Un dia en la luna

Le prometí que el sábado lo llevaría a la luna, pero no creo que imaginara esto.

La primera vez que nos vimos fue en la puerta del Tesco de Rusholme (Manchester), el iba cargado con maletas para un año, pero lo cierto es que apenas me fije en él. Venía con su novia, y mi novio, al que llevaba un mes sin ver y que recibió toda la atención de mis cinco sentidos aquella noche.

Vivimos juntos, los cuatro, pero por aquel entonces los dos estabamos demasiado enamorados como para tener tiempo de conocernos realmente. Volvimos a España nueve meses después, y cada uno de vuelta a su vida.

Y vaya vida, porque lo cierto, es que cada uno a su manera, hemos vivido momentos que hubiesemos preferido no vivir. Pero ahí estaba él, cada vez me hundía. No sé como ha sido para él, aunque puedo hacerme una idea.

Una de las pocas personas a las que me atrevo a contar algunos sentimientos; por muy ruín que me parecezcan, después de hablar con él nunca me siento tan mala persona. Siempre consigue sacarme una sonrisa con consejos que ya se podría aplicar a sí mismo.

Aunque a veces le haga falta que se lo recuerden, es una persona increible. Una de esas personas que sabe darle a las cosas el valor que tienen. De las que tienen tanto dentro de sí, que tienen necesidad de regalar a los que estan a su alrededor un trocito de su mundo.

Pongo la mano en el fuego por él cuando digo que es incapaz de hacer daño a nadie. Y juro atar por los pies a una estrella fugaz a la proxima que le haga daño.

El único que ha conseguido que merezca la pena quedarse un sábado por la noche delante del ordenador (llevamos 25, te atreves a retarnos?). Y el único capaz de aguantar mis paranoias más excentricas, aunque ya empiezo a preguntarle si está psicológicamente preparado antes de hacerlo. El único que aceptaría un papel de duendecillo en una serie de Shanen Doherty (Brenda, de sensación de vivir), aunque Shanen fuese yo.

Me regala risas y coyejas de pingüino, pero no soy la única afortunada, tb regala abrazos a desconocidos:

(minuto 2. sudadera roja y pelo largo)




Eso de poner etiquetas no se me da bien, lo que si que puedo decirte, es que poco a poco te has convertido en alguién imprescindible en mi vida.

Espero que disfrutes del día en la luna.