miércoles, marzo 26, 2008

Mi lunar, el punto y final

Me hace el amor lentamente, con la mirada baja, incapaz de cruzarse con mis ojos. Como si se escondiera de mí, y de sí mismo. Como si pudiera ocultarle a su cuerpo que me quiere. Es lo habitual entre nosotros; escondernos, de los jefes, de su mujer, de mis padres.
Sus besos son la imagen perfilada de miles de ramas negras finas, que crecen orgánicamente en un continuo despertar de emociones. Me acaricia virginalmente haciéndome olvidar su edad. Parece querer engañarse para poder tirar la culpa fuera de la cama, al menos mientras me ama, aunque no quiera saber que lo hace.
No permite que lo que ocupa el hueco que hay entre nuestros cuerpos, incapaces de llegar a juntarse en un abrazo, estropeé el placer. Nos quitamos la ropa, y los contextos, los dejamos fuera.
Y entonces somos sólo dos amantes. Olvidamos que su hija me hace confidencias de adolescente enamorada mientras espera que él salga de la reunión, olvidamos que es mi mentor y yo su becaria. Dejamos fuera de la habitación la mirada inexpresiva de su mujer desde el palco de la ópera ocupado por mujeres de la alta sociedad, y los ojos de mi padre clavados en el reloj porque me estoy retrasando y es jueves lluvioso de invierno.
Entre las ramas negras comienzan a aparecer diminutas manchas rojas de placer. Las líneas se dilatan lentamente, y a un ritmo y velocidad creciente, las manchas rojas inundan mi mente. Cerramos los ojos, él lo hace por pudor, yo lo hago por él, porque no quiere ser visto. El ritmo se acelera, nuestros cuerpos están en tensión, los párpados tan apretados, que al relajarnos repentinamente, al abrir los ojos, siendo viendo rojo.
Cuando el rojo se desvanece siempre veo la misma imagen…
…sus labios besando el lunar de mi hombro
…mi lunar, el punto y final.

lunes, enero 28, 2008

recogiendo colillas mojadas por la lluvia

-Carla, ¿has escrito sobre mí?
-¿Tan importante te crees que eres ya en mi vida?
-He leido el borrador, esta frase de aquí es mía.
-¿Quieres que te la devuelva?
-¿Así es como fue para tí?
-Marcos, escucho frases todos los días, algunas se transforman en historias en mi cabeza. No tiene nada que ver contigo. Funciono así.
Si quieres estar cerca de mí, sea cual sea el tipo de relación humana que matengamos, tendrás que aprender a convivir con ello. Si no, puedes irte, nadie te lo impide.
-Es eso lo que quieres, que me vaya, para poder pasar a otra cosa cuanto antes.
-Cariño, esto es solo literatura, la vida es otra cosa-dijo, mientiendole directamente a los ojos.

Aunque no lo supiera, empezaba a quererlo lo suficiente como para protegerlo de la verdad.

lunes, enero 14, 2008

bla bla bla...en fin, literatura

Se subestiman las palabras. Las pseudo-escritoras adictas a las historias gris-humo-de-gran-ciudad-cosmopolita lo reducimos todo a los conjuntos de letras con significado, en la mayoría de los casos oculto entre los reglones. No nos importa que sean escritas o escuchadas, leídas o improvisadas. Nos encantan las que aparecen pintadas con spray azul en las paredes en ruinas, las frases lapidarias de las películas de Tarantino o Medem y las que escritas en un libro son leídas en voz alta y soñolienta en un parque soleado. Las escribimos en los márgenes de los libros que nos gustan, tras las fotos en blanco y negro. Soñamos con tener a quien dejarle una nota con lápiz de labios rojo en el espejo. Nos enamoramos de los que saben que palabras decir y escribir en cada momento, y nos hacemos con ellas un antifaz de terciopelo negro para los ojos.


Cometemos el terrible error de pensar que no lo son todo. Que lo que no se dice o se escribe no existe. No nos damos cuenta de que no son siempre la herramienta más adecuada. A veces hay que dejar de pensar en ellas, cerrar los ojos para no leer lo que hay en ellos escrito, y encontrar el significado allí donde sobran las palabras.

sábado, enero 12, 2008

su vida por un solo disparo, por un gemido

Sabía que jamás entraría en su mundo. Estaba allí, a mi lado, observando atenta el cuadro, callada. Compartíamos el tiempo, pero nada más. Era consciente de que por su cabeza pasaban miles de ideas, la imaginación le bombardeaba la mente, y yo me moría por un solo disparo.

Estaba enamorado de todo lo que intuía en ella, más que de lo que conocía. La abrazaba con fuerza, para estar cerca, y tratar de escuchar el alboroto de su interior, pero tan sólo me llegaban susurros.

Nunca llegaría a vivir las cosas con la intensidad que ella lo hacía, y la odiaba por ello. A veces sentía que no la quería, sino que quería ser ella. Me gustaba formar parte de su vida, porque de alguna manera formaba parte de ella. Quería estar en sus labios cuando encendía un cigarrillo, quería ser el pelo que le daba en la cara cuando hacía viento. Quería estar en su risa, en su llanto, en su desesperación, en su agonía; ser el gemido de su orgasmo.

No podía perdonarle su egoísmo al guardarse su mundo. La muy imbécil pensaba que estaba a su lado por ella, no sería capaz de entender que era la vida que había en su interior lo que me ataba a su ser. Si pudiera la mataría, liberaría a su esencia de ese cuerpo incapaz de expresar todo lo que tiene dentro, de esos ojos que tanto esconden.

lunes, diciembre 24, 2007

El lugar donde los sueños mueren, con tiza azul en los mapas dibujados

El polvo de tiza azul se desliza por la pared, las manos aún manchadas, demasiadas horas dibujando sobre los mapas. Demasiado sueños que se parecen a otros que no se cumplieron, demasiados países por descubrir. Y los dientes en la mesita de noche de Horacio, incapaces de comer las manzanas de la Maga.

Todos esos trazos azules caben en una caja de madera, que duerme llena de polvo en la última estantería de un cuarto que hace tiempo dejó de ser mío, con las paredes recién pintadas, cubriendo las antiguas manchas de tiza.

No lo hagas, hoy no, es Navidad. Pero las manos están llenas de sueños rotos.
otro billete a ninguna parte? No. Aún quedan países por descubrir, y tizas que gastar.

viernes, octubre 26, 2007

Ceniceros que rebosan

-Tranquila pekeña, voy a cuidar de tí. Ya no tienes de que preocuparte, a partir de ahora sólo te pasarán cosas normales- Y la abrazó paternalmente.

Ella, que no concebía nada más repugnante que la normalidad se dejó abrazar. Acto seguido deslizó sus manos bajo sus pantalones. Acababa de descubrir que no era el tipo de hombres con el que fumar cigarrillos a medias bajo el cielo de Tokio. No había más magia que mantener, no hacía falta esperar más. Quería follarselo inmediatamente para poder pasar a otra cosa cuanto antes.

Otro cigarro? Y una colilla.

miércoles, octubre 24, 2007

Demasiados cigarros

No podía dejar de fumar, encendía un cigarrillo tras otro compulsivamente; necesitaba tener sus manos ocupads en algo que no fuese recorrer su cuerpo pensando en él. Inundaba su boca con el repugnante sabor a tabaco para borrar los rastros de saliva de M.

Trataba de olvidarlo pero era imposible. M. estaba en todas partes, en las sabanas, en las paredes, en el vaso de agua que siempre tiraba al suelo, en la extraña postura que adoptaba su pie derecho cuando se masturbaba pensando en él. Y en el espejo, donde había dejado sus ojos para observarla cada mañana.

Con la mirada perdida dejaba entrar y salir el humo de sus pulmones, tratando de asimilar el extremecimiento de tocar su piel con el placer puramente físico de expulsar el humo. Besarlo era bien distinto, tan sólo comparable a los sueños en los que caes por un precipicio o a bajar desde la cuarta planta en los ascensores exteriores de cristal del Museo Reina Sofía en los que se encontraba ahora.

Putas leyes cívicas que no dejan fumar en los ascensores. Desde los cristales sus ojos la observaban atentamente. Se podía decir que era M. quien se la fumaba a ella.