lunes, enero 28, 2008

recogiendo colillas mojadas por la lluvia

-Carla, ¿has escrito sobre mí?
-¿Tan importante te crees que eres ya en mi vida?
-He leido el borrador, esta frase de aquí es mía.
-¿Quieres que te la devuelva?
-¿Así es como fue para tí?
-Marcos, escucho frases todos los días, algunas se transforman en historias en mi cabeza. No tiene nada que ver contigo. Funciono así.
Si quieres estar cerca de mí, sea cual sea el tipo de relación humana que matengamos, tendrás que aprender a convivir con ello. Si no, puedes irte, nadie te lo impide.
-Es eso lo que quieres, que me vaya, para poder pasar a otra cosa cuanto antes.
-Cariño, esto es solo literatura, la vida es otra cosa-dijo, mientiendole directamente a los ojos.

Aunque no lo supiera, empezaba a quererlo lo suficiente como para protegerlo de la verdad.

lunes, enero 14, 2008

bla bla bla...en fin, literatura

Se subestiman las palabras. Las pseudo-escritoras adictas a las historias gris-humo-de-gran-ciudad-cosmopolita lo reducimos todo a los conjuntos de letras con significado, en la mayoría de los casos oculto entre los reglones. No nos importa que sean escritas o escuchadas, leídas o improvisadas. Nos encantan las que aparecen pintadas con spray azul en las paredes en ruinas, las frases lapidarias de las películas de Tarantino o Medem y las que escritas en un libro son leídas en voz alta y soñolienta en un parque soleado. Las escribimos en los márgenes de los libros que nos gustan, tras las fotos en blanco y negro. Soñamos con tener a quien dejarle una nota con lápiz de labios rojo en el espejo. Nos enamoramos de los que saben que palabras decir y escribir en cada momento, y nos hacemos con ellas un antifaz de terciopelo negro para los ojos.


Cometemos el terrible error de pensar que no lo son todo. Que lo que no se dice o se escribe no existe. No nos damos cuenta de que no son siempre la herramienta más adecuada. A veces hay que dejar de pensar en ellas, cerrar los ojos para no leer lo que hay en ellos escrito, y encontrar el significado allí donde sobran las palabras.

sábado, enero 12, 2008

su vida por un solo disparo, por un gemido

Sabía que jamás entraría en su mundo. Estaba allí, a mi lado, observando atenta el cuadro, callada. Compartíamos el tiempo, pero nada más. Era consciente de que por su cabeza pasaban miles de ideas, la imaginación le bombardeaba la mente, y yo me moría por un solo disparo.

Estaba enamorado de todo lo que intuía en ella, más que de lo que conocía. La abrazaba con fuerza, para estar cerca, y tratar de escuchar el alboroto de su interior, pero tan sólo me llegaban susurros.

Nunca llegaría a vivir las cosas con la intensidad que ella lo hacía, y la odiaba por ello. A veces sentía que no la quería, sino que quería ser ella. Me gustaba formar parte de su vida, porque de alguna manera formaba parte de ella. Quería estar en sus labios cuando encendía un cigarrillo, quería ser el pelo que le daba en la cara cuando hacía viento. Quería estar en su risa, en su llanto, en su desesperación, en su agonía; ser el gemido de su orgasmo.

No podía perdonarle su egoísmo al guardarse su mundo. La muy imbécil pensaba que estaba a su lado por ella, no sería capaz de entender que era la vida que había en su interior lo que me ataba a su ser. Si pudiera la mataría, liberaría a su esencia de ese cuerpo incapaz de expresar todo lo que tiene dentro, de esos ojos que tanto esconden.