Debía ser noviembre, hacía unos días que no dejaba de llover y no tenía paraguas. Por aquel entonces yo aún era una persona que se ilusionaba con pequeños detalles, nunca había sido dificil hacerme sonreír. A veces incluso llegaba a pensar que el cosiderar que era feliz al entrar en una papeleria era simplemente una invención, una mentira creada para tener algún motivo por el que ser feliz, o por el que creerme feliz. Pero lo cierto es que el olor a goma de borrar, los cuadernos de pasta dura con dibujos y los lapices de colores me hacían más feliz que muchas personas.
Aquella tarde no paraba de llover, y entré en una tienda cerca de la facultad. No tardé mucho en decidirme, era el paraguas más bonito del mundo. Naranja, con circulos en distintos tonos, era el único que no era plegable, pero aún así me encantaba. Me lo llevé y al salir dejó de llover.
No llovió al día siguiente, ni al otro. Yo enseñaba mi paraguas a todo el que venía a casa, y deseaba ansiosa la oportunidad de utilizarlo. Quizás mi vida fuese tan aburrida que mi nuevo paraguas era lo más emocionante de ella.
Era casi la hora de cenar, él estaba a punto de irse, y empezamos a discutir. Ya no recuerdo por que, por algún motivo estúpido probablemente. Siempre eran motivos estúpidos. No paraba de gritar, y al primer golpe me metí en la cama y me cubrí con el edredón, como si al estar bajo las mantas aquello no estuviese ocurriendo, como si no fuese mi espalda la golpeda, como si al no verlo pudiese olvidarlo. Debajo de las mantas, sin querer salir de ellas nunca, no por miedo, sino porque después de aquello, qué? Salir de las mantas, mirarte al espejo y saber lo que nadie más que tú sabe. Saber lo que ha ocurrido. Por eso siempre era más fácil quedarse entre las mantas esperando a que él se calmara, a que volviese a estar como antes, y así pensar que era antes, y que nada había ocurrido.
Nos despedimos con un beso y un tequiero hasta el día siguiente. Todo borrado, como siempre. Pero esa vez no, esa vez, al volver a mi habitación encontré en una esquina mi paraguas roto en tres pedazos.
Era el paraguas más bonito del mundo, eran mis ilusiones. Esperé días, semanas, meses, a que apareciese con un paraguas nuevo.Ni siquiera hablamos del tema. Sabía que quedaban más en la tienda, pero no quería ser yo la que lo comprara. No lo hizo nunca, no me devolvió la ilusión.
Y llegó Junio y dejó de llover y ya no había paraguas en las tiendas, ni sonrisas al entrar en las papelerias. Empezaba a estar cansada de meterme entre las mantas, porque ya apenas salía de ellas y no me dejaban ver lo que había a mi alrededor.
Una tarde, en uno de los miles de intentos fallidos por recuperar mi ilusión salí con Ana a hacer fotos. No hicimos ni una sola foto, Ana ocupó toda la tarde en escuchar el ruido de mi cabeza. Al volver a casa, entré en una tienda, y había paraguas de rebaja. Había uno exactamente igual que mi paraguas, pero esta vez de color verde. Era aún más bonito que el primero. Sin dudarlo me lo llevé conmigo.
Paseaba por la calle sonriendo y la gente me miraba por que hacía muchisimo calor. Esa noche apagué el móvil y salí con Ana.
Un par de semanas después volví a apagar el móvil para que no conveciese de que no lo dejaramos y desaparecí.
Todo este tiempo, mi paraguas ha estado ahí, en una esquina, casi olvidado. A veces me acercaba a él y lo miraba. He estado ocupando el tiempo, rellenando casillas para que no hubiese tiempo de meterse entre las mantas, a veces lo conseguía, y a veces no, a veces me metía bajo las mantas para resguardarme de la lluvía.
El sabado llovía y decidí, que ya era hora de utilizar mi paraguas. Salí a la calle, y fui a una papeleria, por que creo que poco a poco vuelvo a ser una de esas personas que tienen ilusión por los pequeños detalles de la vida.
Ya no relleno huecos, ahora pido que el día tenga un par de casillas más. No sé si entrar en las papelerias me hace feliz realmente o es un truco de mi mente. Ya no pienso en eso, ni siquiera me planteo si soy feliz, porque es demasiado complicado.
No sé si soy feliz, no se si quiera si existe la felicidad como tal, pero sé que últimamente mi vida empieza a estar llena de momentos sumamente agradables, y que que vuelvo a tener sueños y deseos. Al fin y al cabo, he recuperado mi paraguas, he recuperado mi ilusión.
o
lunes, noviembre 27, 2006
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7 comentarios:
Bien, bien, Elenita.
;)
Hace muy poco que nos conocemos y, he leído cosas que no me podía imaginar y que me han conmovido.
Sin embargo, lo que más me ha gustado ha sido que hayas vuelto a comprar tu paraguas, hayas salido de debajo de las sábanas y, aunque no lo dices, seguro que has vuelto a sonreir.
Me alegro mucho por tí, de corazón.
Un beso.
sabes? creo que voy a dejar de comprar los paraguas a los chinos, porque creo que eso es lo que falla... que se me rompen siempre las ilusiones porque los paragauas son de los chinos.... pero quizás también ahí esté la razón de que tenga tantas tantas ilusiones, siempre comprando paraguas nuevos... mmm me has hecho pensar...
un beso y sigue bajo el paraguas ;)!
Que llueva, que llueva...
Recupera todas tus ilusiones y que reboten como las gotas de lluvia!
Besos lluviosos payasalunera!
poco más que decir, salvo que en tu honor saldré a la calle con un paraguas, aunque no llueva. más de uno mirará al cielo a ver si llueve. llueven ilusiones, directamente desde la luna
voy de blog en blog, leyendo cosas lindas como esta que escribes....me ha conmovido especialmente, y me ha recordado a una historia que me contó una amiga, hace tiempo...
A mi ´también me encantan las papelerías, me encantan los pequeños detalles, los necesito, me hacen feliz.
muchos besos desde granada y sin conocerte, espero que uses mucho tu nuevo paraguas, tiene que ser chulisimo!!!
Me encanta que tengas tu paragüas, porque a vece lo compartes conmigo y me hace sentirme mas viva y con la esperanza de que pronto yo encantraré también el mio.
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